sábado, 30 de noviembre de 2013

1 de diciembre

Hoy es 1 de diciembre.
Hace cuatro años cogía el coche con mis padres y me iba por la mañana temprano, recién duchada y muy nerviosa a dar a luz a mi hija, Marina.
Era mi segundo parto, cesárea programada, ya sabía a lo que iba.
Esta vez me fui a una clínica privada, a que me atendiera la ginecóloga que me había llevado durante todo el embarazo. No quería sorpresas.
Marina vino al mundo a las 13 h. aproximadamente del 1 de diciembre de 2009. Pesó 4'200 gr. y el anestesista se fue corriendo a verla porque decía: "Es muy grande, Raquel,es enorme!!! Voy a ver cuánto pesa!!"
Y me dejaron sola, en la camilla, para ver a mi hija recién nacida.
En el poco tiempo que estuve sola recordé claramente cómo fue el parto de su hermano, como vi a ese enorme y rosado bebé y todo lo que pasó después. Me puse a la defensiva y pregunté si todo iba bien.
Todo era normal, pero yo seguía desconfiando, de hecho, desconfié hasta que Marina pasó el año.
Esta vez me propuse disfrutar de la maternidad.
No quería agobiarme con la lactancia y quería ser complice de mi hija en ese momento íntimo. Le dí el pecho hasta los ocho meses, cuando me dio un mordisco ya con dientes y al hacerme daño, dije: "Se acabó, a por los filetes!"
Marina fue a la guardería a la que quería haber llevado a Alejandro y no pude. Era una muñequita redondita y preciosa a la que su mami le ponía cositas en el pelo desde muy bebé porque tenía muchísimo.
Era mi segunda oportunidad de disfrutar una maternidad "normal", de sentir y descubrir cosas que con Alejandro no pude.
Así he ido viviendo cada uno de los pasos que Marina ha ido dando.Con la sorpresa y la inquietud de una madre primeriza que descubría día a día los progresos de su bebé.
Marina avanzaba a pasos agigantados, el ritmo de su desarrollo era a velocidad de vértigo comparado con el de su hermano. Está siendo una aventura fantástica.
Esto no significa que no disfrute de la maternidad con mi ángel, no, nada de eso. Son dos maneras diferentes de vivir un mismo hecho. En ese sentido soy una privilegiada. Valoro lo de mis dos hijos porque cada uno de ellos hace las cosas de modos completamente distintos y eso enriquece todos los días con experiencias nuevas, positivas y negativas.
Así pues, un 1 de diciembre de hace 4 años, llegó a mi vida una brujita que me colma de satisfacciones y de rabietas, de besos y protestas, de abrazos y enfados...una niña especial porque ha llegado a una familia con necesidades especiales en todos los sentidos.
Para su hermano es un estímulo en todos los sentidos, para sus padres un soplo de aire fresco cuando la angustia y la desesperación parece apoderarse del ambiente, un rayo de luz al final del túnel, una sonrisa, un abrazo y un "te quiero" cada uno de los días.
Mi hija es mi salvación, mi esperanza y mi consuelo.
Todavía es pequeña, pero poco a poco se va haciendo responsable de su hermano y le cuida y le da besos y le mima y también le chincha.
A veces pienso si no he sido demasiado egoísta y le voy a hacer sufrir por ser hermana de Alejandro, pero no me detengo mucho en ese pensamiento porque duele. Lo hablaré con ella cuando sea mayor, ahora nos toca disfrutar de esta maravillosa etapa y de vivirla a tope todos juntos.
Muchas felicidades, Marina. Mamá te quiere muchísimo y se va a encargar de decírtelo todos los días de tu vida.
Te quiero hija.



domingo, 27 de octubre de 2013

¿QUÉ NECESITAS PARA SER FELIZ?

Hola de nuevo a todos.
Hacía ya mucho tiempo que no escribía una entrada en el blog que Izas y yo empezamos. No voy a buscar excusas para justificarme, simplemente diré la verdad. No he escrito porque no he tenido ni tiempo, ni ganas.
Es cierto que hay momentos en la vida de una persona en la que el tiempo parece detenerse y que no ocurre nada. Estás sumido en un aletargamiento en el que dejas de ser dueño de tu persona y pasas a ser una especie de vegetal que sigue adelante por inercia. Yo he tenido varios momentos de esos.
Ahora que vuelvo a ser dueña de mi persona, que parece que he ganado una batalla en la guerra de la vida, ahora, retomo escribir en este blog siempre que tenga algo que decir.
Me doy miedo a mí misma por este subidón existencial. Tengo muchísimo peligro.
Hoy ha sido un buen día. Ha sido un día normal.
¿Qué tiene eso de especial?, se preguntará más de uno, pues tiene de especial justamente eso, la normalidad.
Hemos tenido a Mr. Hyde mucho tiempo con nosotros, de hecho, todavía no ha terminado sus maletas para marcharse.
(Recuerdo que Mr. Hyde es mi hijo Alejandro cuando tiene alteraciones emocionales y no deja de llorar ni de protestar ni de noche ni de día).
Mr. Hyde nos visita cada vez más a menudo. Deja su firma en nuestro hogar cada vez con más frecuencia y eso termina por destruirte emocionalmente. Te agota.
Cuando llega, tenemos una medicación pautada para que por lo menos el niño pueda dormir y descansar. Esa medicación es un arma de doble filo porque le hace dormir,sí, pero a cambio de bajarle el tono muscular e impedirle andar. Siempre se quedan con algo a cambio.
Bien, pues estamos en un punto en el que el niño no anda, no puede por culpa de la medicación, pero tampoco está como es él. Así que nos vemos atrapados en un bucle del cuál no sabemos si podremos salir.
Y hoy ha sido un día normal, por eso estoy contenta.
De repente me he dado cuenta de que ha habido momentos de felicidad en la jornada y me he puesto a pensar: "¿qué necesitas para ser feliz?"
Una casa más grande, los cajones y armarios bien organizados, unos kilos menos, no tener que madrugar tanto... Mi yo materialista ha empezado a pensar en todas esas cosas que podrían hacerme la vida más fácil y por lo tanto más feliz.
Ir al cine, tener tiempo para mí, poder leer tranquilamente con la casa en silencio y que no sea a las once de la noche... Mi yo yo pedía por cubrir sus necesidades y le he dejado que lo hiciera.
Pero enseguida me he dado cuenta de lo que realmente me haría más feliz: tener más días normales como hoy.
Salir con mi marido y mis hijos acompañados de amigos. Disfrutar de una tarde tranquila y pasear sin prisa y sin incidentes.
Me he dado cuenta de que la normalidad, para mi es excepcional y me he puesto un poco nerviosa porque en mi interior, yo sé, que la normalidad es complicada.
No hace mucho me sentía frustrada porque me veía joven todavía y sentía que había perdido el tiempo durante muchos años porque no había disfrutado todo lo que se supone que una persona debe disfrutar. Me sentía fracasada porque no podía hacer lo que realmente tenía ganas de hacer. Salir, pasear, ir al cine a ver una película en VOS, irme de compras, tomar un café con las amigas, coger el tren a Madrid capital y perderme en un museo... Era enervante ver como los días pasaban y pasaban y yo me sentía encerrada y agobiada. ¿Sería la crisis de los 40? No tengo ni idea.
Y hoy, después de un paseo tranquilo, me doy cuenta de que la normalidad me hace feliz. Ya me vale.
Esperemos, pues, que se repitan más días normales a menudo y que la cosa se estabilice y podamos disfrutar en familia de estos momentos preciosos que solamente valoramos cuando son escasos.
Y ahora me pregunto, ¿Tú qué necesitas para ser feliz?
Besos y abrazos para todos.
Raquel